Los Pérez García: Canciones que acarician el alma

El sexteto de Aldo Bonzi vuelve a la carga con “La mesa está servida”, una ambiciosa placa que ratifica la veta cancionera del grupo y amplia la búsqueda musical exhibida en trabajos anteriores.

Por Víctor Najmias

Desde un nido de acordes levemente oscuros y la épica de sus coros toma vuelo “Halcón peregrino”, primer track de este quinto disco de Los Pérez García. Una primera canción muy inspiradora que transita entre quien va buscando su rumbo, las noches sanadoras, las promesas y ese momento exacto del click, y cómo sólo uno mismo es dueño y vigía de sus propios sueños, sus estados y sus decisiones.

Así se va la canción inicial, y con la palabra destino aún en los labios de Beto Olguín (cantante, compositor y guitarrista) empieza a sonar el arpegio de “Posdata”. Una vez más nuestro rock hace la diferencia y se reconoce argentino, se vuelve Discepolo, Cobián, Expósito y tantos otros, y la temática es universal, universal e inacabable, los finales, el ingrato abandono, el desenlace del amor, tantas veces trágico y tan pocas feliz. Tal vez en esta categoría, la pluma de Olguín se encuentra más cómoda y da sus mejores frutos. Los brasses traen aires rioplatenses y la suma de una gran melodía y un estribillo delicioso desembocan obligadamente en la arenga final, que se cantará en cada recital.

Up tempo, más vientos y “Show time” con la certeza de que “… hacía la cima la ruta es cuesta arriba…”. Y como para descansar en ese viaje: “Entre tiempo”, en el que manda el piano y la banda confirma que lo que muestra la corteza se profundiza ante el primer hachazo, y que su alma ha sido construida con la más noble madera del rock nacional. Musicalmente nos recuerda a Los Rodríguez (otra familia rockera) y demuestra que por suerte aquel barco capitaneado por Rot y Calamaro ha hecho escuela.

La sucesión de temas nos instala en una canción bien Pérez García: “Doble Carolina”, y esta Carolina seguramente sea prima, amiga o compañera de ruta de aquella Magdalena de «Asuntos De Familia», cuarta placa de la banda de Aldo Bonzi, que fue editada en 2009. Luego “Monoloco”, y la primera invitación al baile del disco, aires latín groove, una suerte de “Gente sin swing” siglo XXI: “… están los que hacen y están los que critican todo…”.

Sean Pen, Benicio del Toro, y también Los Pérez García interpretan “21 Gramos”, la placa avanza y cada uno de los protagonistas lleva adelante su rol a paso firme, la guitarra de Fede Esquivel es afilada y certera, Julio Medina comanda las teclas surfeando sobre Hammonds y pianos exquisitos.

"… mensajes vienen, mensajes van, ya sabemos dónde iremos hoy, nos perderemos por la ciudad si me regalas tu flor, con los amigos es mucho mejor que con gente que no entiende bien, y hay una guapa chica de fuego, me tiene contra la pared…”, constituye una buena foto de “La previa”.

Calle de tierra y sintetizador, Vamó!!! Y aparece “Curarte”, una cumbia caliente Made In El Oeste. Qué genial es haber perdido los prejuicios y poder bailar, así partiendo musicalmente desde el puerto de Kingston desembarcamos en el conurbano.

Track 10: “Algunas chicas”. Una enorme lista de historias e histerias, personalidades y actitudes y como es la vida con ellas y un color salmonesco. Si bien el tema anterior tenía un título pedido prestado a los Stones, en “Tren fantasma” se encuentra en la mano derecha de la guitarra esa maldad rítmica tan Keith Richards, canción siempre in crescendo pero que sabe tomar descanso para volver a contraatacar con más fuerza.

Los ingredientes se mezclan nuevamente en el caldero hirviente y resulta una nueva poción, un nuevo cocktail: una medida de “Mucho Mejor” (Los Rodríguez) + un cucharón de “Mixed Motions” (Rolling Stones) + salpimentar con “Los Simpson”, que da como resultado “¿Dónde está mi elefante?

El acertado trabajo de producción a cargo de Martín Méndez (Sendero / Caballeros de la Quema) junto a pasajes musicales y textos inspirados hacen de la trilogía “Asuntos internos”, “Sirenas y tiburones” y “Todo eso que nos queda” la sección canciones para hombres con el corazón roto, que si nos encuentra mal parados emocionalmente nos va a robar alguna que otra lagrima. Así construyen una recta final a puro estribillo de esos que en los recitales se cantan con los brazos abiertos mirando al cielo con los ojos bien cerrados.

Esta quinta placa proyecta una banda cada vez más cercana al rock nacional en su línea más clásica, sólida, madura y consolidada; y a la vez fresca y lista para grandes desafíos. ¡La mesa está servida!