miércoles, 16 de mayo de 2012

Guillermina en el Auditorio Oeste: “El impulso humano”

El quinteto desembarcó, el sábado pasado, en el recinto de Haedo con un contundente show para seguir presentando su flamante placa, “La fuente de tus colores”.


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Pasadas las 22, se apagaron las luces del lugar, comenzó a sonar una sirena y, evocando el arte del último disco, apareció entre el público una especie de monje con una fuente llena de luces, que se dirigió hacia el escenario y desarrolló un discurso casi apocalíptico: “Hubo un tiempo en que supimos ser nuestro sol, fuimos brillantes como el fuego, nos acercamos unos con otros. Fraternos. Hermanos. Pero el mal del mundo nos tiró encima su terrible maldición y nos fuimos separando. Quedamos solos sintiendo vergüenza de lo que nos habíamos convertido. Pero supimos que podemos encontrarnos si tenemos el coraje y las ganas de mostrarnos. Hoy es el tiempo, seamos un fuego grande donde todos podamos sentir calor, seamos un faro para los que aún están perdidos, seamos la luz de nuestro camino. La fuente de todos los colores”.

Inmediatamente apareció toda la banda en escena para descargar una serie de enérgicos y potentes temas, en un exhaustivo repaso por toda su discografía: “Bestiario” y “Como una paranoia” de «Guillermina» (2001); “Tu mente sin tiempo” de «La fuente de tus colores» (2011); “Bingo” de «Samsara» (2007); y “GGG” y “Fuera del Útero” de «Ardeimperios» (2004). “Buenas noches chicos”, saludó Chory Berisso, quien no se destaca por una excesiva dialéctica. Y rápidamente subió el primer invitado de la noche: Guille, saxofonista de Maldita Suerte, en “Por dentro” y “De Santa Clara a la Higuera”. El otro invitado fue el ex batero Santiago Bemposta, presentado como “un amigo de toda la vida”, quien desde los parches aportó la energía animada en el medley instrumental que incluyo desde el mítico “Ojos de tigre” de la película Rocky hasta el insuperable “Heartbreaker” de Led Zeppelín, y sobre el final del show volvió a sumarse al grupo para interpretar una distendida versión de “Puto” de Molotov.

Con 12 años de trayectoria, la banda está más afianzada que nunca, y eso se advierte en la soltura con la que se mueven en las tablas. Cada uno de los integrantes tiene un rol definido y lo cumple con creces: Gerardo “Chory” Berisso, ruge con su voz siempre al limite y demuestra ser uno de los mejores cantantes de la escena local, interactúa con la gente y, cómo si fuera poco, también prueba suerte con la batería. Gabriel Berisso no es tan impulsivo como su hermano, sino que libera todo el ímpetu sobre su guitarra para forjar la esencia musical del grupo. Con su bajo a cuestas, Daniel Suárez se mueve, incansablemente, de una punta a la otra del escenario. Juan Pablo Caruso es el más sobrio e introvertido de todos y aporta su agudeza con la guitarra, en los temas más rockeros y con las teclas, en los más parsimoniosos. El baterista Matías Cademartori, el más nuevito, tuvo la gran responsabilidad de reemplazar a uno de los miembros más estimado por el público, y parece no pesarle.

Párrafo aparte para el lugar. Siempre apoyamos la gran apuesta que significaba para la zona un espacio como el Auditorio Oeste, pero debido a un par de situaciones observadas y vividas este fin de semana, nos fuimos bastantes decepcionados. Cuando llegamos, un grupito de chicos intentó sentarse en una pared que hay en la puerta del boliche, pero enseguida encontraron la negativa de la gente de seguridad, que no conforme con ello los invitó, con cara de pocos amigos, a correrse del frente del sitio. Y en el interior, nuevamente los encargados del control serán protagonista, porque uno de ellos no sólo nos impidió el acceso al sector ubicado entre el escenario y la valla de contención para sacar fotos, sino que también nos agredió físicamente, ¡¡una vergüenza!!. Mientras que el sonido del lugar sigue siendo pésimo, como en la gran mayoría de los show que hemos tenido que cubrir. Esas falencias, al menos, las podrían remediar con el buen trato hacia el público.

A diferencia de los empleados del lugar, la banda se brindó de lleno hacía su gente durante las casi dos horas de show, y sus seguidores, en su mayoría adolescentes, se lo recompensaron vibrando con cada tema y entonando una a una todas las estrofas de las canciones. Entre algunos clásicos (“Atravesándonos”, “Al sur”, “El río de la vida” y “El porvenir”) sonaron los temas de su más reciente trabajo como el funk-rock “Nido de cóndores”, los potentes “Vos sos Dios” e “Hija de la vida”, la balada “El impulso humano” y la instrumental “Charito” (con la dedicatoria de Gabriel Berisso para su hija). En la recta final, La Guille no dio respiro. A la pujante “Testigos y sal”, se sumaron las arrolladoras “Dime” y “Folkdolor”, en un final tremendamente emotivo y rockero. El quinteto volvió a sus pagos y dio un show impecable, acorde al gran momento que atraviesa la banda

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- El río de la vida